«En 1966 a un antiguo experto en polígrafos de la CIA llamado Cleve Backster, se le ocurrió conectar un galvanómetro a una planta de su despacho. Al principio no recibió respuestas, pero para su sorpresa cuando pensó en hacer daño a la planta para estimularla, el polígrafo se volvió loco. Un resultado que llevó a Backster a obsesionarse con la realización de investigaciones que demostrasen cómo reaccionaban distintas plantas ante pensamientos positivos o negativos sobre ellas, así como la existencia de una memoria vegetal o la capacidad de estas para familiarizarse con las personas.»
Este párrafo que acabáis de leer aparece en un artículo que nuestro sociólogo agrourbanita de la red, Kois de Aldefas (conocido en el mundo real como José Luis Fernández Casadevante) publicó hace unos días en el diario.es.
En su artículo recoge una serie de experiencias científicas, algunas rocambolescas, que buscaban pruebas sobre la inteligencia de las plantas. Estos experimentos despiertan en Kois la siguiente reflexión:
«Este debate sobre la inteligencia de las plantas resulta muy inspirador para reflexionar sobre la inteligencia o estupidez de una sociedad aterradoramente despreocupada de su ecodepencia. Extraemos de la naturaleza los recursos que nos permiten sostener nuestra vida y a largo plazo cualquier idea de buena vida debe garantizar la reproducción de los ecosistemas naturales de los que depende, sin ellos no hay modelo socioeconómico perdurable en el tiempo».
Os recomendamos la lectura de su artículo. Sólo hay que pinchar aquí si sois de los que preferís mirar fijamente a las plantas durmiendo bajo las estrellas, abrazando árboles o emocionándose al pensar en la fotosíntesis.