Hace unas semanas, mientras cocinaba unas patatas a la importancia sin aspavientos, me llegó un mensaje de un amigo amante de las pelis de ciencia ficción con un link a un artículo publicado en el País en el que dos científicos españoles aseguraban que, en un escenario no mayor de 10 años, los ciudadanos se conectarían a internet directamente con el cerebro, mediante gorras o diademas capaces de leer el pensamiento. Esta conexión sería posiblemente no invasiva y en vez de estar en el teléfono móvil, en el bolsillo, estaría en la cabeza por una conexión cerebro-computadora.
Casi se me quema el pimentón al digerir la noticia. La primera reacción fue llevarme las manos al neocórtex, pero una vez leído el artículo en profundidad pensé que esta revelación podría abrir un nuevo camino no transitado aún en la cocina de vanguardia sensorial, de la que este blog es pionero desde antes de los tiempos del Linux, incluso que del Comodore.
Así que acepté el reto velado de los científicos en el artículo y me propuse reducir los 10 años de espera para crear esta primera comunicación nutricional entre nuestros pensamientos internos, no verbalizados y la nube.
Como primer prototipo debía concebir algo sencillo. Basarme en un alimento básico, de fácil acceso, que con un algoritmo simple fuese capaz de traducir mis deseos culinarios, mandarlo a la nube y traer a mi casa la receta ya elaborada. Ese algoritmo, como se comentaba en el artículo, podría autocompletar la imaginación, como ya hacen los programas informáticos de procesamiento de textos con las palabras.
Mirando a la cazuela de patatas a la importancia mi sistema neurológico se iluminó. Diseñaría un microchip de chips que insertaría en alguna parte de mi cabeza de manera poco invasiva. Me convertiría en una especie de tuberciborg, medio humano, medio Mr Potato. Abandonaría mi estado humano, sayonara baby, y me convertiría en el primer hibrido humano-manduca.
Os comparto la primera receta con algoritmos de IA
Ingredientes
– 2-3 patatas para freír
– Aceite
– Unas lentejas
– Papel de aluminio
– Guantes de plástico
– Una gorra solar
– Un piso con terrazas o con ventanas al exterior
Elaboración
1. Pelar una patata de las de freír y cortarla en cuadraditos muy pequeños, como si fuesen microchips
2. Freírlas al estilo souflé. Os deben quedar como una especie de almohadilla

3. Mete algo de metal en la patata hinchada. Puede ser una lenteja envuelta en papel de aluminio o cualquier otro elemento del la tabla periódica situado en la columna de los metales que tengas a mano
3. A continuación, sin dejar enfriar, aún ardiendo, introduce un microhip bajo una de tus dos mejillas. Utiliza guantes y ayúdate del dedo índice para meterlo en la boca. Al estar hirviendo te dolerá un poquito, pero lograrás que se quede pegada a fuego en el tejido mucoso. No se te ocurra beber agua para aliviar el dolor.
3. Ponte una gorra de esas que lleva tu padre a la playa con una marca de cerveza o de crema solar.
4. Sal a la terraza de tu casa, mira a las nubes y piensa en tu comida favorita. Empieza verbalizando el deseo dejando a medias las frase, Por ejemplo: “ quiero la mejor …..poco hecha, con….y salsa….adornada con verduras de la huerta de ….servida por una empresa de comercio…
5. A continuación di en voz alta la dirección de tu casa. No se te olvide el código postal.
A las 2 horas se presentará un ryder del futuro con la misma hamburguesa de aspecto sintético que se consumen en la actualidad, con patatas grasientas, envuelta en una caja de cartón con la letra M , inicial de algún planeta lejano. Le dirás que está fría, él te contestará que con la mierda que le pagan en criptomonedas no pensaría que la iba a traer calentita. Se despedirá con un Sayonara Baby.
Como siempre un vídeo tutorial para sumergiros en el ambiente sensorial de la receta