I+D+I+P: LA RESPUESTA ESTÁ EN EL CÍRCULO

Recuerdo una canción que escuché de pequeño en el programa Barrio Sésamo. Creo que el muñeco de peluche que la cantaba era el “Tío Pepe”. Decía así: “Gira, gira, gira, gira, la rueda da vueltas”. Ese estribillo se repetía obsesivamente durante cinco minutos.

El mensaje de la canción era la importancia del círculo, cómo una forma tan sencilla había contribuido al desarrollo de la humanidad. Aunque nunca fui de retener conceptos, me quedé con la copla.

Ya de adolescente, en uno de esos juegos de iniciación que te permitían relacionarte con las chicas, una compañera del colegio me preguntó en el recreo sin venir a cuento cuál era mi curva favorita.

Me dejó descolocado, me estaba comiendo un cuerno de chocolate y se me hizo un nudo en la garganta. La respuesta estaba en el inconsciente catódico: “El círculo, sin duda. Todo gira alrededor del círculo”.Respondí con firmeza.

Esther, así se llamaba la diosa del chandal rosa, me dijo que era un chico previsible, nada original. El círculo era el inmovilismo. Era la respuesta de las personas que no evolucionan, que tienen miedo a salir del camino conocido.

La espiral era la curva asociada a los aventureros, a los inconformistas. Una trayectoria ascendente que nunca pasa por el mismo punto. Esa habría sido la contestación que me hubiese valido la atención de mi admirada atleta rosada.

Desde ese instante, en cualquier charla que mantenía con alguna chica fuera del entorno escolar no tardaba en dejar claro que yo era un amante de la espiral, fuese cual fuese el contexto del diálogo.

Y así ha sido hasta hace unos días (han pasado varios lustros), cuando otra chica de porte atlético ha hecho que vuelva a cambiar de curva y recuperar mi admiración por el círculo.

Fue Marti Dinegri, agrourbanita de Esta es una plaza. Hace un mes, con la ayuda de un grupo de supermanitas, acometieron la restauración de la estructura de cañas que se alza majestuosa en este jardín comunitario.

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La tarea más complicada consistía en doblar dos haces de cañas de varios metros de longitud de forma que adoptasen un arco de parábola determinado. Estos arcos sustituirían a los deteriorados por los últimos episodios intempestivos de carácter climatológico acaecidos en Madrid. Pero,  ¿dónde estaban los cachas? No atisbaba a ningún Sansón.

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La respuesta estaba en el círculo

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Un círculo de un metro de diámetro, unos palitos metálicos dispuestos estratégicamente, uno de ellos en un vértice sobre el que se enrollaría una cuerda para tensar-destensar, y un par de manos a  cada extremo del haz obraron el milagro.(¿Estaría su diario azul lleno de círculos?)

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No había Sansones, pero sí malotes05032014997

Eh voilá, el círculo lo cambió todo. Transformó la línea recta en una parábola05032014998

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Aún quedaba un haz de cañas que se doblaría como un junco por acción del círculo. No me quedé a esperar. Dejé a Marta y al grupo de expertos subidos al andamio como funambulistas.

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Yo me fui al bar más próximo a tomar una caña. Quería dejar claro que mi curva favorita volvía a ser el círculo.

 

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